El coronavirus dejó muchos efectos secundarios a su paso entre las personas que lo padecieron: pérdida del olfato y gusto, la conjuntivitis, las lesiones cutáneas en forma de urticaria o la pérdida del cabello de una forma rápida y masiva fueron algunos de las situaciones médicas que debieron sobrellevar aquellas personas que se recuperaron del COVID.
Entre estas consecuencias producidas por la enfermedad, la pérdida del olfato y del gusto generó secuelas que, meses después, todavía persisten en hombres y mujeres recuperados del coronavirus.
Muchos pacientes están sufriendo un trastorno llamado «parosmia«, un fenómeno que hacen que los olores y sabores se distorsionen, que se comiencen a oler «cosas raras».
La pérdida parcial o completa del olfato, o anosmia, suele ser el primer síntoma del coronavirus. La pérdida del gusto, o ageusia, también puede ser un síntoma.
«Todo me huele como a un cadáver en proceso de descomposición”, “no importa lo que huela, el olor es siempre como de cítricos podridos”, “me huele a comida en descomposición y a pañales sucios”, “no soporto abrir la heladera y el café tiene sabor a gasolina”. Muchos testimonios se suman en las redes sociales y cuentan el padecimiento de aquellas personas que, meses después de superar el COVID, todavía no pueden recuperar ni el gusto ni el olfato.
Antes de la pandemia, el trastorno se lo relacionaba con enfermedades del sistema nervioso o psiquiátricas, Hoy en día, los científicos pueden señalar más de 100 posibles razones para la pérdida y distorsión del olfato, incluyendo virus, sinusitis, traumatismo craneal, quimioterapia, enfermedad de Parkinson y enfermedad de Alzheimer.
Pero ahora es uno de los efectos secundarios más característicos del COVID. Mientras los expertos buscan una cura, quienes la padecen sienten que no se podrán recuperar nunca.
En el 2020, la parosmia se generalizó de manera notable, afectando con frecuencia a los pacientes con coronavirus que perdieron el sentido del olfato y luego lo recuperaron en gran medida antes de que comenzaran a experimentar distorsiones en el sentido del gusto y olfato.
En Junio del año pasado, un artículo publicado en la revista Chemical Senses, basado en cuestionarios, reveló que el 7% de los pacientes que sufrieron de COVID-19 experimentaron distorsión del olfato.
Un estudio posterior basado en una encuesta online en el Reino Unido reveló que 6 meses después de la aparición del COVID-19, el 43% de los pacientes que inicialmente habían informado haber perdido su sentido del olfato reportaron experimentar parosmia, según un artículo de la publicación Rhinology. Ese surgimiento se produjo en una media de 2,5 meses después de la pérdida de olfato de los pacientes, reportó el artículo.
Existen varias teorías sobre el origen de esta situación. Una conjetura es que es el resultado de una inflamación en la hendidura olfatoria, otra hipótesis marca que es producto de una infección y la tercera teoría indica que el virus afecta las neuronas olfativas en el cerebro y éstas dejan de procesar de manera correcta la información relacionada con el olor de las cosas.
Para quienes padecen de parosmia, por unos meses la vida no vuelve a ser igual. El mal olor de los alimentos hace que pierdan el apetito y que dejen de ingerir líquidos. En muchos casos, no soportan el olor de sus seres queridos y los abruma salir a la calle, lo que los lleva a un aislamiento con riesgo de depresión.
El tratamiento, por ahora, consiste en medicamentos para aliviar los síntomas y, como último recurso, cirugía para remover los receptores de la cavidad nasal. Los médicos piden paciencia, ya que las células se regeneran y los síntomas desaparecen. En la Universidad de Stanford ya iniciaron estudios con personas que padecen el mal y buscan soluciones con carácter urgente. La parosmia por covid se ha convertido en un fenómeno en las redes sociales.
(C) Clarín Internacional