Caminaba un muchacho por un sendero, comiendo una cereza. Cuando terminó, tiró el hueso en el camino, y un anciano que le seguía, recogió el hueso y lo enterró en un área fértil, al borde del camino. El joven se rió de él:
– Qué tontería… ¿por qué has hecho eso? No veo ningún sentido…
Al cabo de un tiempo, el muchacho volvió a pasar por el mismo camino. En el lugar donde el anciano había enterrado el hueso de la cereza, asomaba un pequeño arbolito. Y allí estaba el hombre, regando el árbol.
– ¡Desde luego, mira que eres cabezota!- dijo el muchacho- ¡Eso que haces es un trabajo inútil, una pérdida de tiempo!
Años después, el muchacho, ya mayor, paseaba por el mismo camino. Tenía mucha sed y al llegar al lugar en donde el anciano plantó el cerezo, descubrió un árbol frondoso y repleto de frutos. Gracias a las cerezas, consiguió apagar su sed, y pensó, arrepentido, que no debió haberse burlado entonces del anciano, y que se había comportado realmente como un necio.
REFLEXIÓN
En ocasiones, nos creemos con el derecho de pensar que las acciones de otros son ridículas, porque no somos capaces de ver más allá de nuestro presente, es decir, no tenemos visión a largo plazo:
– Las buenas acciones requieren de tiempo para dar frutos. Existen acciones inmediatas, que consiguen resultados instantáneos, pero otras son acciones que tendrán resultados en un tiempo indeterminado. Por ello, debemos tener paciencia, constancia y perseverancia en nuestro diario actuar. En algún momento observaremos el resultado.
– No debemos burlarnos de las buenas acciones que otros realizan. Quiénes somos nosotros para cuestionar lo que otros hacen y además atrevernos a señalarlas como ‘pérdida de tiempo’.
– Toda buena acción y todo esfuerzo obtiene una recompensa. La mayoría de las veces creemos que las buenas acciones no tienen sentido, ya que no se obtiene un resultado, al menos inmediato. Es absolutamente necesaria la paciencia. En algún momento recibiremos ese fruto por el que tanto trabajamos.
Lo que no es válido es el juzgar, decir, señalar la labor de otros. Uno debe trabajar en sí mismo, conocerse a sí mismo y evitar actuar afectando a terceros. Debemos continuar con la perseverancia diaria y aprender a esperar el resultado de ella.