Marven, conocida como #LadyTacos tiene los tacos de canasta más conocidos de la Ciudad de México, con su grito peculiar: ¡TACOS, TACOS DE CANASTA, TACOOOS!, anuncia uno de los momentos más esperados del día: comer algo rápido y sabroso.
La popular vendedora llegó a esta frontera para participar en un evento de la Tortillería Chela, en donde decenas de juarenses llegaron e hicieron largas filas para tomarse fotos con Lady Tacos.
Durante el transcurso de la mañana convivió con todos los asistentes y prometió regresar a esta ciudad en un futuro siempre y cuando la pandemia lo permita.
El nombre real de Lady Tacos de Canasta es Francisco Ventura Marven, una mujer trans que vende la deliciosa comida callejera mexicana en las calles de la ciudad.
Es originaria de los Valles Centrales de Oaxaca y perteneciente a la comunidad Muxe, “donde se reconoce al tercer género”.
Se dio a conocer mundialmente en redes sociales en diciembre de 2017 gracias a este video que se captó durante una marcha de la comunidad LGBTTTI. A esa manifestación decidió ir a vender sus tacos de canasta sin pensar que gracias al poder del internet y las redes sociales, su vida cambiaría.
Fue hace cuatro años cuando un vídeo difundido en las redes sociales Francisco Marven dio el salto a la fama, ahora conocida como ‘Lady Tacos de Canasta’. “Desde entonces me han invitado a diversos programas, festivales y marchas, fue un ‘boom’ muy grande”, comentó. En un principio, no recibió con gusto el mote, ya que lo consideraba como una burla, “era el tiempo de las Ladys y los Lords, a la gente le causaba mucha risa, pero no pensaban que me dedicara a hacer tacos y que sólo había aprovechado un momento para acercarme a una canasta y volverme una estrella”.
¿Por qué ese singular grito?
Al grito de “¡Tacos! ¡Tacos de canasta! ¡Taacooosss!“, sale en su bicicleta a vender el alimento que prepara con ayuda de su padre y familia.
Esa peculiar, grave y ronca forma de gritar, surgió de la necesidad de atraer a los clientes, pues en un principio, cuando comenzó a vender, le daba pena gritar y, por ende, no vendía ni la mitad de la canasta.
Así, cuando llegaba a sitios donde había trabajadores de la construcción, tenía que gritar con fuerza para que pudieran escucharla.